15 de octubre de 2013

Capítulo 1 parte 4: Deudas y riquezas.

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Un hombre había abierto la puerta con desesperación. Tenía ropas de un noble de alta cuna. Tenía un pelo y barba castaños grisáceos y ojos celestes. Sólo dos preguntas salieron de su boca al entrar.

Racus: ¿Es ella? ¿Crucia Camelia?
Oba: Sí señor, justo estábamos terminando una breve entrevista.
Racus: -Suspira- Perfecto -hace señas-, sígame.

Crucia se levantó de la banca y lo siguió. En el cuarto no quedaba nadie más que Decio y Oba.

Decio: ¿Por qué no le dijiste que faltaba una pregunta?
Oba: Ya hemos revuelto parte de su pasado. Además, tenemos datos de que no ha fallado en su tarea de proteger nobles estos últimos siete años. No hace falta saber si no pudo defender a un noble cuando apenas empezó su servicio.

Decio quedó en silencio. Suspiró y mostró una cara despreocupada y cansada mirando hacia la nada.

Decio: Bueno, si tú lo dices, no hace falta más. Ahora queda saber que papel tendrá que hacer.

Mientras ellos hablaban, Crucia estaba siguiendo al extraño noble que se dirigió al final del pasillo donde se encontraba una puerta. Estaba hecha de una madera muy extraña, se asemejaba al roble como las otras pero tenía un tono más oscuro. El noble se paró frente a aquella puerta.

Racus: ¿Bonito no? Fue tallado por un pobre carpintero. Mi padre lo compró cuando fue al Oeste. Fue a costas de Bagres. A él le cautivaba lo que era extraño y raro. Fue una pena que ahora no esté. ¿Qué opina usted de esta puerta?
Crucia: Pienso que es una hermosa puerta señor. Le da un toque de misterio a lo que se halla dentro.
Racus: Bueno, yo pienso que es una tremenda basura de antigüedad que mi estúpido padre compró a un muerto de hambre sólo por compasión. Ah, perdone mis modales, no sé donde están cuando se los pierden -ríe-. Soy Racus, Racus Faraday de la casa Gerey. Ya deben haber hablado de mí esos dos. -Abre la puerta-Entra.

Crucia entró a la habitación. Era de un tamaño mediano. Tenía ventanas, pero la luz estaba bloqueada por montañas de libros y pergaminos. Había un escritorio en el medio de la habitación con más y más libros y archivos. La única fuente de luz era un elemento que sostenía tres velas. Crucia lo miró con extrañeza y Racus había notado la mirada.

Racus: Lo llaman candelabro o eso recuerdo. Hay pocos de estos en el Este. Ya no los fabrican, ni siquiera para la nobleza -se sienta-. Siéntate Crucia, tienes que oír mi propuesta.
Crucia: Escucharé con claridad lo que quiera proponer, señor.
Racus: Como verás, en la actualidad, la casa Gerey ya no es más la dominante entre las otras. Es normal después de décadas de continua decadencia. Soy el último de esta casa. Ahora estoy esperando pacientemente mi muerte. No, no quiero que me mates -se ríe-. Quiero terminar mi existencia de una forma tranquila. Para eso, necesito que seas mi protectora. Seré viejo pero tengo camaradas que quieren quitarme lo que es mío y de mi casa.
Crucia: ¿Qué es, señor?
Racus: Durante mucho tiempo, los Gerey hemos amasado una fortuna ganada con trabajo y esfuerzo. Muchas otras casas han deseado saber el paradero de tal riqueza pero nosotros siempre le negamos dicho conocimiento. Mientras pasaba el tiempo, nuestro oro se multiplicaba al igual que nuestros enemigos. Desde hace diez años, uno a uno de los miembros de la casa Gerey iban desapareciendo. No había ninguna pista de dónde estaban. Como si la tierra los hubiera tragado. Yo temí por mi vida y entonces me aislé, de mis familiares y su situación para no compartir su destino. Un error fatal por que, al fin y al cabo, después de años de aislamiento estoy completamente solo. Ahora estoy en el extremo y no soporto este sufrimiento. Es por eso que decidí contratar los servicios de los mejores mercenarios y guardias del Este para sentirme más protegido y vivir lo que me quede de vida fuera de estas paredes.
Crucia: Señor, tiene mi palabra de que su supervivencia estará asegurada por sobre todas las cosas incluso, mi vida. Mi deber ha de ser cumplido y aceptaré la labor que deba desarrollar.
Racus: ¡Perfecto! Ya he hecho arreglos con tus cobradores hace tres días. Con el dinero de mi familia, he pagado tu deuda.

Crucia se había quedado en silencio, sorprendida y sin nada que decir. Sólo unas pocas palabras salieron de sus labios.

Crucia: Un... momento... ¿Qué?
Racus: Lo que has oído. He sabido acerca de la deuda que heredaste de tu padre y sé por lo que has tenido que pasar estos últimos años. Este trabajo, será el último siendo presa de tus deudas. Serás libre en cuanto yo muera.

Crucia, una mujer de una dura coraza, se sentía feliz. Contuvo su felicidad pero no pudo evitar que una lágrima cayera.

Crucia: Gracias.... señor.
Racus: No tienes por que agradecer. Todavía no he muerto -se ríe-. Ahora tienes que trabajar -sonríe-.

Crucia endureció sus sentimientos y respondió con seguridad.

Crucia: Sí señor.
Racus: Te mostraré lo que debes hacer. En unos días, habrá un baile de nobles en Inae y necesitaré a mi guardia preparada. Tú eres pieza clave en todo esto.
Crucia: Dígame lo que tenga que hacer.
Racus: Te harás pasar por mi sobrina.
Crucia: ...¿Cómo?
Racus: Lo que has escuchado. En los bailes de nobles no permiten que los guardias entren al edificio bajo ningún motivo. Como ya nadie sabe cuantos miembros de la casa Gerey hay en total, puedo decirles que tengo una sobrina y pasaremos desapercibidos.
Crucia: Es un plan muy... raro, señor.
Racus: Confía en mí, Crucia. No sucederá nada malo y, para darte seguridad, no tengo malas intenciones -se ríe-. Ya puedes marcharte de esta habitación. Pero, de ahora en adelante, vivirás aquí hasta que tengamos que marcharnos. Todavía puede haber espías.
Crucia: Sí señor.
Racus: Ah, Crucia, no me digas más señor.
Crucia: Está bien, tío.
Racus: Así está mejor. Pronto le diré el plan a los jefes de guardia Oba y Decio. Ellos y nosotros únicamente sabremos de este plan.

Crucia abandonó la habitación dejando sólo a Racus. Él, sentado en su silla, miró hacia el techo y suspiró. Giró la cabeza y observó el retrato de un hombre colgado de la pared escondido entre libros y pergaminos. Racus se levantó y tiró todos los libros que estaban tapando al piso descubriendo completamente la pintura de un rey con la corona de la familia Real. Dio unos pasos atrás para verla enteramente.

Racus: Vaya, padre, eres la desgracia de esta familia -sonríe-. Al parecer la corona de un reino no te bastó para torturar al pueblo. Estúpido, simplemente estúpido. No mereces el apellido Faraday ni menos el de la casa Gerey ni pensar del título de rey. ¿Estrek IV? Vergüenza debería darte, tirano. ¡Vergüenza!

Racus tiró una botella vacía del suelo al retrato. La botella se rompió contra la pared y varios pedazos quedaron incrustados en la pintura. Uno de estos hizo un corte en la mano de Racus. En ese momento las luces del candelabro se extinguieron, todo quedó en penumbras y lo último que se escuchó fue:

-Nos condenaste a todos, por tus acciones-
...varios pedazos quedaron incrustados en la pintura...

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